Sobre este Proyecto
El violín de Alí
Alí no sabía que su vida cabía en una sola mochila, pero así fue.Dejó atrás el polvo de su aldea, la risa de su madre y, lo más doloroso, su violín. La travesía fue un eco de miedo y hambre. En los trenes, los ojos de los otros migrantes reflejaban su propia desesperación. En el mar, el frío le hizo sentir que no existía. Pero lo más difícil no fue el viaje, sino el vacío. El silencio sin la música de su violín era la verdadera soledad.
Una noche, en un campamento improvisado, un anciano lo vio. No hablaron el mismo idioma, pero la mirada del chico lo dijo todo. El anciano se levantó sin decir palabra, fue a su tienda de campaña y regresó con un violín. No era como el suyo, era viejo y gastado, pero Alí lo sostuvo como si fuera el objeto más preciado del mundo. Tocó la primera nota y el sonido, un poco desafinado, se elevó en el aire. De repente, el campamento dejó de ser un lugar de miedo y se convirtió en un hogar. Los niños se acercaron, los adultos sonrieron y un joven se unió tocando la flauta que llevaba consigo.
Esa noche, Alí no solo tocó su violín; tocó la esperanza en el corazón de todos. Entendió que su música era su hogar, su voz y su equipaje. Descubrió que, aunque había perdido todo, su talento y su espíritu eran el único equipaje que realmente importaba. Y en el eco de esas notas, el dolor del viaje se disipó, dejando lugar a la certeza de que, mientras tuviera su música, nunca estaría realmente solo.